Padres,
hijos y primates
Jon Bilbao
176 pp.
Salto de Página, Madrid, 2011

Padres, hijos y primates se desarrolla en la tierra en donde los
agoreros querían descifrar el fin del mundo hace escasos meses: la Riviera Maya.
Allí es donde el autor sitúa a sus personajes al borde de una amenaza natural:
un huracán, de los muchos que suelen asolar la península durante los meses de
agosto y septiembre. Las fuerzas de la naturaleza encuentran correspondencia en
las del protagonista de la novela, Joanes, precisamente un ingeniero sin suerte
que, durante el período estival, espera la llamada de un contratista que palie
el fracaso hacia el que se dirige su empresa en España. Ergo, bajo el influjo
de este huracán, en la novela suceden hechos que hacen cuestionar al lector el
valor de la casualidad ―si no el de la verosimilitud. De las profundidades de
la selva aparece repentinamente un chimpancé ―especie común del África
occidental― que desencadena, a su vez, otros dos hechos `demasiado´ casuales:
el encuentro de Joanes, en una carretera secundaria en mitad de la selva, con un
antiguo profesor suyo de la Universidad, y la coincidencia en el refugio con un
afroamericano cuidador de chimpancés. Con ambos, Joanes tiene cuentas
pendientes, y ahí radica la tensión narrativa. El personaje protagonista de la
novela inicia un viaje interior semejante al que Marlow emprendiera a finales
del siglo XIX en El corazón de las
tinieblas, de Joseph Conrad ―en el corazón del continente africano―, un
viaje en la indomable naturaleza de la selva que es reflejo de una navegación a
través de sus frustraciones, deseos, límites e impulsos. Curiosamente, el
chimpancé que cuida el negro en el refugio sólo responde a un cayado, el mismo
que abre paso a un tiempo regresivo en el cuento de Alejo Carpentier, “Viaje a
la semilla”. En Padres, hijos y primates,
como no podía ser de otra forma, también se encuentran las teorías de diversos
científicos como Turing, que planteó la existencia de una máquina hipotética
que sería capaz de determinar la veracidad o no veracidad de cualquier
afirmación, o como Jung, el de “la libido de lo irrazonable”. Por tanto, determinar
la veracidad o no del relato, lo irrazonable o no de la historia serán algunos
de los cometidos del lector, más si cabe teniendo en cuenta que Jon Bilbao ya
tiene antecedentes de haber sido incluido en una antología del relato
fantástico ―Perturbaciones, edición y
prólogo de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Sin embargo, el lector que no quiera ver
un relato fantástico siempre podrá aferrarse a la casualidad, a la apariencia
de realidad, a lo palpable y geométrico del espacio, al color local
perfectamente trasladado por el autor y es que la acción se desarrolla en uno
de esos países en los que nada escapa a la posibilidad de suceder: México. Siendo
justos, todo esto nos debe dar igual, Jon Bilbao consigue en Padres, hijos y primates desnudar muchos
de los debates que afronta el ser humano en esta segunda década del siglo XXI,
debates ―incluso tecnológicos― que no sabemos si serán arrasados por la
voracidad de la naturaleza.
Conrado Arranz
Febrero de 2013