martes, 2 de abril de 2013

Vuelta al ser humano


Padres, hijos y primates

Jon Bilbao

176 pp.

Salto de Página, Madrid, 2011



Jon Bilbao tiene la virtud de escribir bien pero también la de ganar premios en los años pares. De esta forma, fue galardonado con el Ojo Crítico en 2008, el Tigre Juan en 2010 y el “Otras Voces, Otros Ámbitos” en 2012 a la mejor novela publicada durante el 2011 y que no haya vendido más de tres mil ejemplares. Este último es el premio que recibió Padres, hijos y primates. Y es que parece que todo lo que rodea a Jon Bilbao, ingeniero de minas de formación ―además de filólogo inglés―, goza de una simetría perfilada a base de pulir el lenguaje.


Padres, hijos y primates se desarrolla en la tierra en donde los agoreros querían descifrar el fin del mundo hace escasos meses: la Riviera Maya. Allí es donde el autor sitúa a sus personajes al borde de una amenaza natural: un huracán, de los muchos que suelen asolar la península durante los meses de agosto y septiembre. Las fuerzas de la naturaleza encuentran correspondencia en las del protagonista de la novela, Joanes, precisamente un ingeniero sin suerte que, durante el período estival, espera la llamada de un contratista que palie el fracaso hacia el que se dirige su empresa en España. Ergo, bajo el influjo de este huracán, en la novela suceden hechos que hacen cuestionar al lector el valor de la casualidad ―si no el de la verosimilitud. De las profundidades de la selva aparece repentinamente un chimpancé ―especie común del África occidental― que desencadena, a su vez, otros dos hechos `demasiado´ casuales: el encuentro de Joanes, en una carretera secundaria en mitad de la selva, con un antiguo profesor suyo de la Universidad, y la coincidencia en el refugio con un afroamericano cuidador de chimpancés. Con ambos, Joanes tiene cuentas pendientes, y ahí radica la tensión narrativa. El personaje protagonista de la novela inicia un viaje interior semejante al que Marlow emprendiera a finales del siglo XIX en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad ―en el corazón del continente africano―, un viaje en la indomable naturaleza de la selva que es reflejo de una navegación a través de sus frustraciones, deseos, límites e impulsos. Curiosamente, el chimpancé que cuida el negro en el refugio sólo responde a un cayado, el mismo que abre paso a un tiempo regresivo en el cuento de Alejo Carpentier, “Viaje a la semilla”. En Padres, hijos y primates, como no podía ser de otra forma, también se encuentran las teorías de diversos científicos como Turing, que planteó la existencia de una máquina hipotética que sería capaz de determinar la veracidad o no veracidad de cualquier afirmación, o como Jung, el de “la libido de lo irrazonable”. Por tanto, determinar la veracidad o no del relato, lo irrazonable o no de la historia serán algunos de los cometidos del lector, más si cabe teniendo en cuenta que Jon Bilbao ya tiene antecedentes de haber sido incluido en una antología del relato fantástico ―Perturbaciones, edición y prólogo de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Sin embargo, el lector que no quiera ver un relato fantástico siempre podrá aferrarse a la casualidad, a la apariencia de realidad, a lo palpable y geométrico del espacio, al color local perfectamente trasladado por el autor y es que la acción se desarrolla en uno de esos países en los que nada escapa a la posibilidad de suceder: México. Siendo justos, todo esto nos debe dar igual, Jon Bilbao consigue en Padres, hijos y primates desnudar muchos de los debates que afronta el ser humano en esta segunda década del siglo XXI, debates ―incluso tecnológicos― que no sabemos si serán arrasados por la voracidad de la naturaleza.


Conrado Arranz

Febrero de 2013