jueves, 23 de diciembre de 2010

Biutiful y el silencio






Siempre que me preguntan por Biutiful digo que no tengo nada que decir –que eso ya es algo. Lo bueno del silencio es que las personas somos incapaces de interpretarlo salvo cuando viene regulado en una norma –aunque nunca se cumpla. Sé, por tanto, que en mi minúsculo ámbito de influencia bocal, he hecho un flaco favor a González Iñárritu.


Luego de la promesa, encontré una frase perfecta, larga, estilizada, llena de significantes como, con sabio oficio, Gracq sabe ejecutar. Estoy completamente seguro de que Gracq vio Biutiful hace casi sesenta años.


“Era la floración que germinaba al fin de aquella podredumbre, de aquella fermentación estancada; la burbuja que se hinchaba, se desprendía, buscaba el aire con un bostezo mortal y expiraba desesperada y hermética en uno de esos estallidos pegajosos que se forman como un crepitar venenoso de besos en la superficie de los pantanos” (El mar de las Sirtes, 1951 – Julien Gracq).

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